martes, 16 de junio de 2020

Mi Quijote polaco

Przemyslny szlachcic Don Kichote z Manczy

Hasta que la amistad fragua, la mutua sintonía puede haber recorrido vericuetos inimaginables. Eso es lo que pasó con mis amigos polacos (1). Culturas distintas, edades diferentes, historias todavía menos semejantes. Y sin embargo, compartimos mesa dos o tres veces al año desde hace ya más de diez. Ellos me regalaron su Quijote en polaco; dos tomos de facturación propia del socialismo real de los años setenta, traducción de L. Czerny y Z. Czerny (1955).




Letra concentrada, mínimos espacios vacíos y ausencia de cualquier elemento que pudiera ser entendido como superfluo o lujoso. Evidentemente, ningún dibujo, foto o grabado. Las tapas, recias, con un simple dibujo de sombra chinesca con el caballero y su escudero. Tan solo una nota de color, un punto de libro que se dejaron, una etiqueta del vino italiano Lambrusco.



Si se me hace difícil relacionar este vino fresco con la historia del Quijote, no lo es con la generosidad de los espirituosos que riegan nuestras cenas. De la última salió un comentario sobre los médicos, sobre los médicos en el gueto de Varsovia. Una semana más tarde recibí el libro Ganarle a Dios de Hanna Krall (1977) sobre la vida del reconocido cardiólogo el Dr. Marek Edelman, último sobreviviente del gueto que vio pasar por delante de él a diez mil personas diarias durante semanas dirección a los campos de exterminio.


     
Fueron más de ciento cincuenta años los que Polonia estuvo ocupada por por rusos, prusianos y austrohúngaros. Sus revoluciones solo fueron seguidas de fracasos, uno detrás de otro, y tan solo después de la Primera Guerra Mundial volvió a existir Polonia sobre el mapa de las naciones. Durante este periodo, el Quijote fue un referente romántico, el héroe lleno de valores que sucumbe y se levanta una y otra vez a la espera del momento estelar de un renacimiento definitivo, mesiánico, libre ya de cualquier opresión. Desde su primera traducción desde el francés por el conde F. Podoski en 1781, el Quijote fue espejo de héroes polacos como el Konrad de Los Antepasados de Mickiewicz (1832):   ...que es un hombre que cae, y más de una vez... fracasa como visionario, como poeta que se rebela contra el orden del mundo y como cristiano... Sin embargo, en ningún momento pierde definitivamente...(2)

Desconozco si el Quijote anduvo por el gueto de Varsovia como sí estuvo presente en el campo de concentración de judíos de Theresienstadt. Pero, me pregunto si él, o Alonso Quijano, o el mismo Cervantes hubiesen apoyado al Dr. Edelman para ganarle a Dios. Me inclino a pensar que los tres juntos, soslayando a la Inquisición, hubiesen estado al lado del Dr Edelman en su febril actividad médica, –porque 'cuando uno conoce tan bien la muerte, se siente responsable de la vida'–, aunque esto hubiese significado que el Dios que habría perdido se extraviase.
Quizá por eso, ahora es tanto más difícil encontrarlo.


1.  Dedicado a Barbara y Wodeck
 2. Ana León Manzanero: El drama romántico polaco. Ed Mirabel, Pontevedra, 2006




porque '

lunes, 1 de junio de 2020

Mi Quijote danés

Den Sindrige Herremand Don Quixote af Manchas Levned og Bedrifter











i Quijote danés, publicado en Copenhague en 1926, está lujosamente editado en piel, adornado con letras capitulares y ornamentaciones elegantes. Le acompañan numerosas reproducciones de dibujos del académico danés Wilhelm Marstrand (1810-1873) y del romano Bartolomeo Pinelli (1781-1835). La traducción es de Dorotea Biehl (1731-1788), una literata que se hizo a sí misma contra todas las limitaciones impuestas por sus padres. Aprendió varios idiomas con la solvencia suficiente como para hacer una traducción del Quijote que ha sido la referente en Dinamarca durante dos siglos. Pinelli dibujó a Roma en todas sus versiones en miles de registros y murió pobre y no reconocido. Contrariamente, Marstrand fue un prestigioso pintor en la capital danesa que ocupó los cargos académicos más altos. Ahora, ambos coinciden entre las páginas de este Quijote.







El ser o no ser del Quijote en Dinamarca.


-Ya te he dicho, Sancho, que no te dé eso cuidado alguno; que, cuando faltare
ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o el de Sobradisa, que te vendrán como
anillo al dedo; (Cap X 1ªP)


El Reino de Dinamarca pertenece al imaginario del Quijote, equiparable al reino ilusorio de Sobradisa, un mundo, pues, fantástico, propio para que Sancho pudiese verter sobre él toda su sensata gobernanza. 
Dinamarca es un país lejano, un lugar marcado por lo desconocido, lo recóndito, por la distancia; metáfora de la separación que existe entre el ser que pregunta y el ser que hace posible que emerja la interpelación. La respuesta que da el Quijote es que lo es en cada uno de sus desenvolvimientos, de forma contundente, sin vacilaciones ni fisuras; por ello sus aventuras no acaban en tragedia sino en un refuerzo de su condición con independencia de las consecuencias que se hubieren producido. Al Príncipe Hamlet no le ocurre algo así, al contrario, no consigue sobrevivir al entuerto de su corte, al ser o al no ser.

Hamlet, al ser o no ser, lo continúa con la pregunta: 

        –¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darles fin con atrevida resistencia?

A lo cual, parece evidente que el Quijote respondería con la lanza en ristre y el yelmo de membrique bien encajado en su testa: 
        –¡Adelante, Sancho, que solo son gigantes!

El sin par Don Quijote, fortalecido como ningún otro caballero por su vinculación al entorno y el ímpetu de su corazón, es decir, por su sentido de la justicia y su ilimitado deseo,  hubiera arengado así al dubitativo y enloquecido Hamlet.





Otros ha habido que mediada la locura han levantado el velo que impide ver la profundidad del ser. Antonin Artaud dijo (1): el arte no es la imitación de la vida; la vida es la imitación de un principio transcendental con el que el arte nos pone en comunicación. Si cambiamos arte por el ser, resulta que la frase ilumina bien las dimensiones humanas: El ser no es la imitación de la vida.; la vida es la imitación de un principio trascendental con el que el ser nos pone en comunicación.  

Por su parte el poeta de los poetas, Hölderlin, que vivió inmerso en la esquizofrenia, advirtió que la vastedad de la locura podía abrir la posibilidad de entender en hondura la verdad del ser humano. Quizá la locura sea solo una cuestión de grados que cuando se revela deja abierta una ventana que permite comprender las profundidades que en otras condiciones más normales son incognoscibles.


Ornamento final de la edición



1. La voz de la locura en Artaud, Hölderlin y el Quijote: Un enfoque hermenéutica. Ovidio de Leon. Rev Neuropsiquiatria 71(1-4), 2008 17