domingo, 24 de febrero de 2013

Mi Quijote portugués


“O engenhoso Fidalgo Dom Quixote de la Mancha”

Me sorprendieron de Lisboa sus desniveles. Es curioso que cuando te has imaginado algo, experimentarlo en contra de tu idea previa crea un cierto desasosiego. Y eso en cosas tan triviales como si una ciudad es más o menos plana.  Lisboa me pareció una ciudad en cierto sentido fracturada, y por lo tanto diversa. Su falta de homogeneidad me llamó fuertemente la atención, así como que su monasterio más famoso, Los Jerónimos, estuviera literalmente fuera de la ciudad, como en un aparte. Por otro lado, el barroquismo que quiere unificar la ciudad no deja de poner de manifiesto todavía más su diversidad. En el barroco, con todos sus  recodos, con tanto trasiego como el que se originó entre un aquí y un allá, no es de extrañar que se abriesen espacios para la trasformación del individuo, es decir, para la realización personal de los horizontes imaginados. Lisboa, abierta al inmenso océano al final del enorme río, me pareció una puerta a lo desconocido de su mar infinito,y también de lo ignoto de sus propias aguas.

Busqué por los mercadillos de la ciudad una edición del Quijote en portugués, pero me volví a Barcelona sin conseguir ninguna. Hubieron de pasar casi diez años hasta que consiguiese una edición. Editada en Lisboa en el año 1933 me regaló mi familia brasileña  en Sao Paolo. Es una edición en tres volúmenes, de tamaño pequeño, todos ellos amarillentos, con una dedicatoria a una tal 'Dona Hilda', fechada el 13/1/950, en Guaira, es decir en la frontera entre Brasil y Paraguay.  


Cataratas de Iguazú, cerca de Guaira, por que en Brasil todo está cerca
Con mi madre en las cataratas, el mes que cumplió los noventa
¿Qué viaje tan fantástico, desde Lisboa al Brasil, al Brasil fronterizo,- ¡y en los años cuarenta!-, para después de estar en una estantería de una tal Sra. Hilda, ir a parar a Sao Paolo, y de allí a mi biblioteca! Ah!, y no sé si en la anotación de la fecha, el hecho de no poner la unidad del milenio es un error sin más, o bien responde a una idea de mantener la identidad precolombina. La traducción es conjunta de los Viscondes de Castilho y de Azevedo. El primero fue “el” escritor y poeta  romántico portugués, ciego desde la edad de los seis años. Vivió y trabajó hasta la edad de 75 años. No pudo leer ni tampoco escribir y su labor fue posible al escuchar y dictar. Murió sin acabar la traducción del Quijote, que lo hizo otro vizconde, el de Azebedo. 
Recordando otros literatos ciegos Jorge Luís Borges dijo que al traducir hay que interpretar y luego vertirlo en la segunda lengua, es decir ¡qué mejor que un poeta para interpretar y traducir a otro poeta! De hecho, traducir es recrear en otra lengua en un sentido amplio. Y, ¿qué mejor que un poeta romántico para comprender el espíritu libre de Don Quijote y  recrearlo en una lengua distinta? Para Don Quijote  la fuerza del deseo, la libertad individual y por consiguiente su poder, fueron las características que le permitieron pasearse por media península cuando la Inquisición amarraba las almas y los cuerpos. Fue Spinoza, un descendiente portugués sefardita afincado en los Países Bajos, buen lector del Quijote, el que subrayó que es el deseo de Alonso Quijano el que mantuvo vivo a don Quijote. De hecho, creo, que esta es la novela de Alonso Quijano, que aunque se le ve poco a lo largo de la historia, él es el hombre y  sólo él el que la hace posible. No son las locuras de Don Quijote, sino la cordura de Alonso Quijano, con su inquebrantable deseo de mantener vivo a su personaje, la que hace universal a la obra, y también, dialógicamente, la parte de locura de Alonso Quijano y la parte de cordura de Don Quijote las que acaban de dotarla de verosimilitud, de proximidad  a las realidades vivenciales.
 Son muchas las lenguas que traducen ‘hidalgo’ por  algo que es más parecido a ‘caballero’: en aleman  ritter, chevalier en francés, knight en inglés. Claro que Don Quijote era un ‘Caballero’, pero Alonso Quijano era un ‘Hidalgo’, es decir, aquella persona  que es hija de unos hechos o condiciones de carácter mayor, noble, y de los cuales y por los cuales, sus actos encuentran fundamento y capacidad de poder. Es aquí donde Alonso Quijano se presenta con toda su fuerza para hacer prevalecer los valores antiguos de la Caballería Andante, que se abren hacia los nuevos de la sociedad  de los siglos XVII al XX, y de los que somos herederos. Por eso la vida siempre nos trae a alguien con pasión de vivir, voluntad insobornable, poder, deseo y utopía a raudales. Y así fueron muchos, como José Antonio Labordeta, que nos dejó el año de 2010, después de cabalgar por toda España con sus canciones  y su discursear en solitario en las Cortes de la carretera de San Jerónimo.
J.A. Labordeta
 Entre tanto Gilda, eros, se va haciendo presente a lo largo de todas las aventuras en forma de deseo, en forma del ser deseado y a través de todos los medios que de uno llevan al otro. El hombre enamorado y la mujer idealizada, y objeto de ese amor, son enlazados en mil formas distintas que los aproximan al mismo tiempo que los alejan entre sí. Es una tensión que atraviesa todas las aventuras y que, como tal, queda irresuelta, aunque ha permitido que se desarrollase toda la historia. Es, pues, eros el ánima de la obra. Aunque sólo sea el de un hombre tímido y melancólico es de tal potencia que es capaz de llenar de contenido todos los mundos de Alonso Quijana y de Don Quijote. 

sábado, 9 de febrero de 2013

Mi Quijote ruso



Гениальный идальго Дон Кихот де-ла-Манча”

 Me llegaron los dos tomos desde Tallinn, capital de Estonia, editados en Petrogrado nada más ni nada menos que en 1917, y que a pesar de tanta historia convulsa han recabado aquí en bastante buenas condiciones. De manufactura sencilla, con tapas de cartón imitando piel de animal exótico, el papel ha envejecido en un tono tabaco rubio.  Por las indicaciones inscritas en la contraportada deben haber estado esperando muchos decenios en las estanterías de alguna biblioteca pública. Claro que por las señales de uso que presentan no creo que haya habido más de dos personas que los hayan leído. ¿Fueron estos libros hasta Tallinn con las tropas de ocupación soviéticas en 1944? ¿Hicieron este viaje al igual que la mayor parte de la primera edición del Quijote, que fue a parar a las Américas? Por aquellos entonces España estaba inmersa en la consolidación de un inmenso imperio y en una guerra sin fin en los Países Bajos. Todos los imperios, después de las armas envían las doctrinas, e inician la asimilación lingüística. Detrás de las armas vienen, pues,  las religiones, y la lengua, tanto o más eficaces que las espadas. 
            Los dos tomos me llegaron desde la calle Voorimehe, cerca del monumento a la guerra de independencia de Estonia transcurrida entre los años 1918 y 1920. Nuevamente en 1990 volvió a desprenderse de su ocupante ruso. Supongo que entonces algún anticuario los debió de obtener de alguna biblioteca rusa desguazada tras la nueva independencia de finales del siglo XX.

            En mis años infantiles al hablar del pueblo ruso se decía que era muy distinto a los otros europeos, pero que sin embargo, parecían existir semejanzas con el pueblo español, (al igual que el ancho de las vías del ferrocarril). No sé si esto eran reminiscencias de la participación rusa en nuestra guerra civil, o hasta qué punto puede ser cierto incluso mi recuerdo.  El caso es que el Quijote tuvo en Rusia un gran impacto ya desde el siglo XVIII, hasta el punto que para una mejor comprensión se “rusificaron” las aventuras, y se añadieron algunas nuevas.  No es de extrañar que para los helados campos rusos fuese difícil entender la tórrida meseta manchega. Pero a diferencia del centro de Europa, donde fue el carácter cómico de la novela el que más interesó, en Rusia se entendió enseguida su carácter trágico, profundo. Algo fronterizo, especial y compartido entre españoles y rusos, hace que a tanta distancia se perciba de forma semejante el crujir del vivir. Buena muestra de ello fue la producción cinematográfica del Quijote en 1957, con Crimea como telón de fondo. Un Quijote explicado con un orden distinto del de Cervantes, que no esconde ciertas críticas sociales y que consigue transmitir un idealismo vital. Está dirigida por Kozintsev,  y Nicolai Tcherkasov interpreta al Caballero de la Triste Figura.

Don Quijpte de Kozintsev, 1957

            La traducción a cargo de María Watson es la primera traducción literal al ruso que se realizó después de doscientos años de traducciones a la carta, muchas de ellas realizadas desde traducciones previas del francés y posteriormente del alemán. Toda traducción no deja de ser una interpretación, y los rusos lo hicieron muy claramente desde su propio prisma. Quizá por ello tuvo tanto éxito la obra de Cervantes, porque fue re-interpretada en un marco cultural que además compartía algunos arquetipos básicos con el español. Es posible que las traducciones muy fieles no consigan despertar en los lectores sentimientos de empatía y profunda comprensión. Algo semejante debe pasar con la música. En esta línea recuerdo la última actuación de Alicia de Larrocha en el Auditori de Barcelona el 24 de enero de 2003, en que se despidió de su público barcelonés con el concierto para piano y orquesta N 23, K488, de Mozart. ¡Qué poco se podía imaginar Mozart aquella escena, aquél piano de cola, aquella sonoridad por él nunca oída! Era una re-interpretación, más o menos fidedigna, pero al fin ¿tan solo una re-interpretación? Todo el pública era consciente de los momentos que se vivían, y en ese instante la música de Mozart sufrió no una versión, sino una re-construcción: era la música de Alicia de Larrocha.

            De entre las traducciones que han llegado a mi colección, María Watson es la primera traductora. El que haya sido una mujer la que realizase tamaño trabajo ahora nos parece algo normal, pero creo que no lo era en el siglo XIX. Es difícil saber desde aquí quién fue esta María Watson, pero no descarto conocer algo de ella algún día. Ha habido que andar un largo camino para conseguir que el género no sea el elemento que determine el grado de dignidad de las personas. No existen grados en  la dignidad. Así es como Don Quijote era tan proclive  a doñear a las mujeres trayendo a la realidad las dignidades dispuestas en sus horizontes.

Don Quijote de Kozintsev, 1957