sábado, 18 de abril de 2020

Mi Quijote Estonio

Teravmeelne Hidalgo Don Quijote la Manchast





Aita Kurfeldt, antes de la entrada de los nazis en Estonia, tenía finalizada su traducción directa del castellano al estonio del Quijote. No la vio publicada hasta 1947. Hubo una segunda edición en 1955 y otra tercera en 1966. La del cincuenta y cinco es la que ha llegado a mis manos desde Tallín.  El estonio es una lengua emparentada con el finlandés, diferente de las lenguas eslavas y escandinavas, fue normalizada gramaticalmente a finales del siglo XIX como tantas otras sujetas al impulso nacionalista que cubrió Europa por aquellos tiempos. Aita había nacido en 1901, y vivió la dureza de guerras y ocupaciones durante toda su vida. Tradujo del español, portugués y ruso.



Aita Kurfeld (1901-1979)



Se casó con August Hanko que era veinte años mayor que ella, hombre político, comerciante, también traductor, que fue deportado a Siberia donde permaneció siete años. Al regresar en 1952 murió a los pocos meses.

Podemos imaginar qué debería ser para los disidentes estonios leer el Quijote durante la ocupación rusa. Qué lugar podía tener para mitigar las atrocidades cometidas por los nazis, por la política de tierra quemada de los rusos, por el holocausto, por la presión para la germanización primero y luego la rusificación de la población. Realmente, ¿qué podía aportar el Quijote? ¿Porqué hubo tantas ediciones en los años cuarenta, cincuenta y sesenta para una población que entonces no llegaba al millón de habitantes y de los cuales un tercio no hablaban estonio?

Escribo desde la atalaya del año dos mil veinte.  Está muy lejos el sufrimiento que marcó el siglo XX. Los estonios han generado dentro de la Unión Europea una sociedad abierta al mundo, dinámica, y han aportado innovaciones informáticas de primera línea como el correo hotmail, o la plataforma Skype.  Ahora ojeo los dos volúmenes de mi Quijote en estonio, veo el sello de la biblioteca en cuyos anaqueles reposaron durante años, una biblioteca dedicada a un jefe militar, Peeter Mei, que murió en el significativo año 1941. Estos volúmenes fueron vendidos a un librero de segunda mano, retirados de las estanterías con su registro 2.10, número 7181. El servicio que hicieran a alguien en esos años grises, aquellas fantasías, parece que ya no encajan con el mundo de hoy. Los lectores actuales leen quijotes distintos.
Me ha llamado la atención que en el idioma estonio no existe el tiempo verbal del futuro. Para decir que algo pasará lo dicen en la forma del presente atemporal junto a participios e infinitivos. Algo muy lioso para nuestra forma occidental de ordenar el espacio-tiempo. Pero, lo importante de esto es que el idioma estonio reconoce que el futuro solo existe en el presente, lo que me evoca que el presente puede desarrollarse en ausencia de futuro, pero no del pasado. En el mundo novelado, moderno desde Cervantes, el futuro alojado en el presente acelera el tiempo, precipita las acciones hacia algo predefinido que, de verdad, no existe, que es una ficción.  Volviendo al Quijote, algo se ve de los efectos de desterrar el futuro. Lo apreciamos cuando el escritor muestra la agonía de Alonso Quijano, cuando retirada cualquier idea de futuro, deja aflorar la claridad que regala al Quijote el sentido de todo su pasado.