domingo, 27 de enero de 2013

El quijote holandés


"De geestrijke riddere Don Quichot van de Mancha"


Recibí los cuatro volúmenes que componen esa edición de 1941 desde una librería de viejo situada en el barrio de Jordan de Amsterdam, a pocos metros del canal Prinsengracht. Al otro lado de la rivera se encuentra la iglesia Westerkerk con su campanario, el más alto de la ciudad antigua. 

La casa de Ana Frank y la Iglesia
Estos libros seguro que habían reposado años y años en los estantes de esa librería oyendo  puntualmente, cada día, el repicar de aquellas campanas, siempre regulares, excepto, claro,  los domingos en  que como si tuviesen un acceso febril se activan repicando casi sin parar, en una llamada a la que es imposible no darse por aludido. A pocos metros y en la misma acera, se encuentra la casa donde se refugió la familia Frank. La misma Ana se refiere en su famoso diario a esas campanadas, las mismas que hoy podemos todos seguir escuchando. No las pudieron escuchar más aquellos que perdieron la vida en esa barbarie aniquiladora que asoló Europa en los primeros años cuarenta, justo cuando la tinta de estos volúmenes se estaba secando. ¿Cómo era posible que coexistiera tanto horror, tanto odio, con la alegre llamada al servicio del Señor?. En el altillo de la familia Frank, en obligado silencio contrastado con el repicar de las campanas, transcurrieron más de cien semanas, con sus cien domingos y sus correspondientes Pascuas. Sigue si poderse dar a día de hoy una respuesta mínimamente consoladora a tanta ignominia.


Me llegaron los libros envueltos en papel de diario holandés, que no desentonaba con el aspecto gris de los volúmenes, gordos, algo ásperos. Este Quijote corresponde a una traducción nueva, la de  C.F.A. van Dam y el poeta J.W.F. Werumeus Buning. El prólogo, en español y holandés, por el cónsul español en la Haya, Germán Baraibar y Usandizaga. El papel grueso, y la impresión algo imprecisa,  correspondían a tiempos de escasez.  Holanda bajo el dominio nazi, y de fondo el “problema “ judío. Habían pasado casi trescientos cincuenta años desde la publicación de la primera parte del Quijote y Europa seguía inmersa en una problemática perennemente irresuelta. La España de Felipe II, contrareformista e inquisitorial, vivía  sobre una ausencia muy presente: el pueblo judío sefardí expulsado, aparte de aquellos conversos que quedaron semiescondidos. Tres siglos después, casi lo mismo, aunque en grado sumo de crueldad con la solución final. 
Es en la España barroca y cerril, que inicia su andadura una figura imprescindible para la historia, nuestro Quijote,  que desde entonces no deja de surcar caminos, por cualquier parte del globo, en donde la injusticia sistematizada prevalezca. Parece ser que el cónsul Baraibar, hombre muy bien posicionado en el nuevo régimen franquista, consiguió sacar de los Países Bajos a un buen número de ciudadanos judíos sefardíes, ademas de otros procedentes del centro Europa, todos con visados españoles. Lástima que él sólo estuviese en el país hasta 1942 y que su acción no hubiese podido prolongarse para salvar a muchos más, como pasó en Hungría, y también en otras delegaciones españolas que extendieron visados a judíos sefardíes como si todavía de españoles se tratase. Fue ésta una acción del nuevo régimen franquista quizá servida por un cierto quijotismo en la defensa de los desvalidos. Sin embargo, también es cierta la represión de las comunidades judías establecidas en territorio español, por lo que en general la actitud oficial española, la del nuevo régimen, quedó, como mínimo, algo ambigua. Por otro lado, no creo que esta actitud tan valerosa fuese por un sentimiento compensación al pueblo holandés por los ochenta años de ocupación de las tropas españolas a caballo de los siglos XVI y XVII.  Mas bien pienso que fueron acciones aisladas de almas infiltradas por el más puro espíritu quijotesco.
El holandés me parece un idioma de jotas, kas, us e ís. Así cuando Don Quijote le dijo a Sancho aquello de: Vriend Sancho, zult gij zien de dingen, es decir, Amigo Sancho, cosas veredes, no creo que ni el propio Cervantes, con su más que probable historia familiar judeo conversa, hubiera podido imaginarse la debacle que vería contemporáneamente esa nueva edición de su Quijote. Pero, y aquí se ve la grandeza de nuestra especie, una niña de apenas catorce años, metida en un zulo, del que sólo saldría para ir a morir a un campo de exterminio, nos deja la siguiente reflexión:
           
“Para todo el que tiene miedo, está solo o se siente desdichado, el mejor remedio es salir al aire libre, o a algún sitio en donde poder estar totalmente solo, solo con el cielo, con la naturaleza y con Dios. Porque sólo entonces, sólo así, se siente que todo es como debe ser y que Dios quiere que los hombres sean felices en la humilde pero hermosa naturaleza.
            Mientras todo esto exista, y creo que existirá siempre, sé que toda pena tiene consuelo, en cualquier circunstancia que sea. Y estoy convencida de que la naturaleza es capaz de paliar muchas cosas terribles, pese a todo el horror”

No sé porqué, pero me parece que la pequeña Ana era conocedora de la existencia de las soledades bajo las estrellas del Caballero de la Triste Figura. Y si no es así, es que fluye por debajo nuestro un mundo participado, en donde aportó muchos granos de arena el más erasmista Cervantes.

sábado, 19 de enero de 2013

Un Quijote alemán



Leben und Taten des Scharfsinningen Ritters Don Quixote

       Este primer Quijote en alemán es un volumen sencillo, editado los primeros años de la segunda década del siglo pasado y reencuadernado el 14 de setiembre de 1962 según indicación a lápiz en la primera página. La traducción es de 1837, anónima. Los dibujos de Gustave Doré. Este libro en concreto se lo leyó alguien, y alguien que era muy trabajador porque dejó subrayado en lápiz cuando DQ aconseja al Sancho gobernador que no duerma mucho, que aproveche el día. Y es que los alemanes son alemanes. Pero, ¿qué es lo alemán? Esto se pregunta Thomas Mann al inicio de ‘Un viaje por mar con Don Quijote’, a lo que responde, después de varios giros también muy alemanes, que es la dignidad objetiva de la lentitud, es decir, que lo alemán- lo bueno- necesita tiempo. Así Mann, a través del tiempo, discurre por el espacio del inmenso mar hacia la ciudad de los ‘monstruos’ representada por los edificios que rascan los cielos. Durante esa travesía marina Mann lee la traducción de Tieck  y comenta el Quijote, sobre lo grotesco, sobre el amor de Cervantes por su personaje, de cómo lo humilla y lo ensalza a la par. En uno de los pasajes recuerda a Ricote, aquél morisco que, añorado, regresa de incógnito a su país natal, imposibilitado de vivir desterrado. Algo parecido me sugirió mi segundo libro del Quijote traducido al alemán y que recibí desde Israel.


    Este es un libro publicado en Oldenburg en 1925, y que con toda probabilidad algún judío alemán se llevó hacia su tierra prometida tan lleno de nostalgia como nuestro Ricote.  Este libro está cumplimentado por láminas coloreadas de dibujos en donde sobresale lo cómico por encima de cualquier otra interpretación. Y es que en Europa el cómico Quijote hizo estragos entre la aristocracia. Tanto es así que los techos de dos salas del Castillo de Charlottenburg en Berlín están pintados con  motivos quijotescos, así como las paredes forradas con inmensos tapices con nuestros héroe y escudero. ¿Qué es lo que hacía tanta gracia? En cada momento y lugar cosas distintas son interpretadas desde las perspectivas individuales, y en el Ancien Régime, debía despertar una sonrisa sardónica ver a un caballero ridiculizado por sus mismos ímpetus fantasiosos. Desde su posición aristocrática tan segura algo les debía remover,  algo les debía hacer ver que se encontraban también ellos al borde de caer en ridiculeces tan esperpénticas. Lo que hace gracia no es más que aquello que desvela impúdicamente nuestras deficiencias, aquellas que con un juego malabar intentamos mantener tapadas, como tapan los inmensos tapices franceses las paredes de las salas del palacio berlinés. Ahora, que en general no somos tan pudorosos, son otras las cosas nos hacen gracia. Y sin embargo DQ nos sigue llevando a un mundo de anhelos. No creo que Cervantes fuese un escritor cómico. Su personaje no es un fin para hacer reír, sino un medio para transcribir el profundo dolor del vivir, vivir entre y solo entre las realidades que nos rodean y la realidad por nosotros construida, mantenida solo con el valor.


La curación de la locura de Don Quijote, tapiz
Castillo de Charlottenburg,  Berlín

El protagonista del Quijote  es ese personaje disociado entre Alonso Quijano (AQ) y Don Quijote (DQ). Ello da lugar a dos niveles de lectura. La lectura a través de la parte del personaje DQ es inequívocamente cómica siendo esta la interpretación que tuvo el libro de Cervantes mayoritariamente en los siglos XVII y XVIII. Lo cómico desvela la tensión interna de las relaciones humanas de forma tal que una sonrisa fluye, o una carcajada interrumpe el incomodo del momento en que el lector se enfrenta a la realidad de un mundo distorsionado. Toda la tensión salta hecho pedazos. Luego vuelve la calma, calma de nuevo reconstruida, distinta de la previa porque el proceso nos ha cambiado, aunque sea sólo un poco. Por otro lado, en la tragedia del Quijote la tensión se acumula hasta conmovernos. Sólo en un metabolismo lento de dichas emociones nos dará la solución del conflicto, si es que la hay. Es un proceso de maduración en donde la reflexión se entremezcla con las  emociones, donde se precisa siempre de una valoración ética para encontrar las posibles soluciones que permitan seguir viviendo.
     El Quijote es, pues, una tragicomedia en cuanto que la locura de DQ produce situaciones estrafalarias que están fuera del discurrir habitual de las cosas de la vida. Pero si se lee el texto desde la perspectiva de AQ nos inunda un sentimiento trágico, siendo él mismo quién con sus aseveraciones éticas nos indica la solución. Así, ambas lecturas se complementan y son inseparables como lo son AQ y DQ. 
       Como ejemplo claro tenemos la historia de Maritornes. Se trata de la prostituta del mesón, aquella que DQ confunde con una dama. La historia leída e interpretada desde el nivel de DQ es cómica, pero es la lectura a través de AQ cuando queda al descubierto la necesidad de una actitud ética respecto al tema. Y en este caso concreto AQ realiza la asignación de dignidad a la persona sean cuales sean sus condiciones. Es cómico que DQ trate de Dama a la prostituta asturiana Maritornes, pero es que tiene un valor universal el que AQ le otorgue dignidad, por muy ramera que fuera. Y he aquí la novedad  cervantina. Es aquí donde el texto, con numerosos ejemplos más, se abre al futuro y permite ser interpretado una y mil veces, en tiempos y lugares muy distintos, durante los cuatrocientos años de su historia, en todas las latitudes y culturas del mundo.

        El 19 de Mayo de 1934 Thomas Mann y su esposa Katia embarcaron en Boulogne en el transatlántico ‘Volendam’ dirección a Nueva York. Les esperaban diez días de travesía en las cuales Mann escribió su diario con anotaciones sobre el Quijote. 

RqueR Editorial, Barcelona 2005


      Entonces escribió con orgullo patriótico las loas que Ricote hizo de la tolerante y buena Alemania, donde cada uno vive allí como le parece bien y en libertad de conciencia. ¡Poco se podía imaginar Mann que la expulsión de los judíos de la península ibérica y luego de lo moriscos, siendo un acto ignominioso, se quedó lejos de la llamada solución final nazi! ¡Y poco se imaginaba entonces él que poco tiempo después él mismo cambiaría de nacionalidad! Ahora han pasado casi setenta años desde aquellos días, históricamente un tiempo pequeño, como las tres cuartas partes de siglo que pasaron desde la expulsión hispana de la comunidad hebrea hasta la vida literaria de Cervantes que coincidió con la de los moriscos.  En ambas sociedades estos hechos han dejado huellas profundas, imborrables, que decenas de generaciones recordarán. Es por eso que algunas cosas ya no nos hacen gracia, ya no nos pueden hacer gracia, y Cervantes seguro que lo sabía. La aristocracia del Ancien Régime no pudo entender la carga de profundidad del Quijote, y en parte, por esas mismas incapacidades periclitaron. Mientras, el Caballero de la Triste Figura sigue sus andanzas por nuestros horizontes.

Introducción a mi colección de Quijotes



Corría el otoño del año 2002, época en que ya hace frío en Berlín, más cuando llegas a él desde el mediterráneo en visita de tres días. Así es que íbamos abrigados con unas zamarras bien gruesas. Berlín es una ciudad con múltiples mercadillos de antigüedades al aire libre, a los que como buenos turistas fuimos a  parar.  Removiendo todo tipo de baratijas, porcelanas desaparejadas, cubiertos viejos, platos y jarrones, apareció un Quijote en alemán. Lo hojeé sin más, pero  como el que no quiere la cosa le pedí al hombre qué valía. Realmente por los tres marcos que me pidió dudé unos instantes en comprarlo aún sabiendo que nunca leería un quijote en alemán y más en letra gótica. Era algo así como una broma.  Seguí removiendo. Como no encontramos nada de interés decidimos seguir camino, pero al salir del área de exposición de las caóticas y no menos mugrientas cosas de ese vendedor, éste se me acercó y muy cortésmente me preguntó si estaba en realidad interesado por el Quijote. Pensé que me iba a ofrecer un rebaja en el precio del libro, aunque ya era muy barato. También, acentuando mi cortesía,  le respondí que no lo sabía, que en todo caso me lo tenía que pensar.  Entonces el vendedor, señalándome mi brazo, me dijo que ya lo llevaba. Y, ¡era cierto! Me había puesto el libro debajo de mi brazo izquierdo bien apretado al tórax, pero con tan grueso abrigo no me estaba dando cuenta. Todos nos pusimos a reír y evidentemente de mi bolsillo salieron los tres marcos y mis disculpas. Fue así, con este incidente, cómo se inició mi colección de Quijotes en todas las lenguas que he podido encontrar, siempre con la idea de libros que tuviesen ya su propia historia, que explicasen algo más de la presencia viva de Don Quijote entre nosotros los humanos de todas las latitudes. Y así, poco a poco me he ido adentrando en la obra principal de Cervantes, que no es sólo los textos que publicó en 1605 y 1615, sino también toda la cola estelar que ha acompañado y marcado nuestra  edad moderna.


A este primer quijote traducido al alemán le han seguido hasta el momento más de veinte traducciones a otras tantas lenguas. Los he ido adquiriendo principalmente por Internet y también en mis viajes. Es un motivo de divertimento viajar por las distintas ciudades e ir buscando por las librerías de viejo. Luego, en casa, se abre la imaginación pensando y recreando una posible historia; buscar datos escudriñando en la red, conocer personajes perdidos en la memoria que vivieron traduciendo una historia del siglo XVI-XVII para unos lectores de culturas, a veces, totalmente ajenas y alejadas tres o cuatrocientos años en el tiempo.  Y ahora, mediante este blog que se inicia, todo viajará a la velocidad de la luz. Don Quijote montado sobre un Rocinante de luz!


Osito berlinés