Mi Quijote sueco
Son dos volúmenes
encuadernados en piel, tapas modernamente coloreadas, incluso podría decirse
que psicodélicamente como si quisiesen dar información sobre la esencia del
texto que protegen. El sobre era dorado,
ahora deslucido; un dibujo de filigrana adorna el corte lateral. Es una
encuadernación esmerada para celebrar el tercer centenario del Quijote
La
traducción, que estaba ya acabada hacía más de cinco años, fue producto del esfuerzo de Walter Édouard
Lidforss (1). Especializado en lenguas románicas, viajó a la península y se quedó un tiempo en Barcelona. Tuvo relación
con el movimiento de la Renaixença, y llegó a ser miembro de la Acadèmia de
Bones Lletres de Barcelona. Hizo gestiones frente al comité del premio Nobel a
favor de Àngel Guimerà, pero fueron infructuosas. La suya es la segunda traducción del Quijote al sueco de las tres que se han llegado a completar. La primera, de principios del siglo XIX, se hizo muy a la usanza de
las traducciones más antiguas en donde se pronunciaba el tono humorístico de la
obra(2). A las acaballas del siglo ésta suya tuvo ya un tono distinto,
interpretativo del espíritu fraccionado del personaje principal, algo muy al
estilo romántico heredado de los estudios e interpretaciones que llegaron a
Suecia desde Alemania(3).
La edición es conmemorativa
del tercer centenario de la primera parte del Quijote, punto inaugural de la
novela moderna. Me ha llamado la atención la casualidad de que mil novecientos
cinco es la fecha coincidente con la publicación de los
cinco estudios de Albert Einstein, los que cambiaron concepciones básicas de la
física (4).
¿Qué conecta la novela cervantina y los cinco trabajos de Einstein?
Ambos hablan de la realidad, de la problemática de la configuración de la
realidad. Cervantes mediante el solapamiento de la cordura y la locura que, con
su novelar, deja a las claras que la realidad profunda queda oculta, solo
sospechable bajo el manto de la realidad consensuada entremezclada con la ficción. Por su parte, Einstein, con sus intuiciones tan extraordinarias por no decir magistrales, esclareció que la realidad física profunda no es accesible y queda también velada, esta
vez bajo otro manto conformado por la teoría ondulatoria y la visión
cuántica, también en una estrecha relación que llama al desconcierto: onda o
partícula, o las dos a la vez. Al final ambas realidades profundas, la encubierta por los signos y la narrativa, y la escondida por la onda/partícula, quedan
todavía por aclarar. Claro que hay quien cree que esa realidad profunda es una
imaginación… A saber.

1. Lidforss trabajó con la edición facsímil de la
obra de Cervantes, producto de un esfuerzo y adelanto tecnólógico para la época
extraordinario. Fue Francisco López Fabra –que también fue presidente del
Ateneu de Barcelona– el que lo hizo posible en la Ciudad Condal en 1879. Un poco
antes, en 1876, José María Sbarbi había publicado su Trabajo “Intraducibilidad del
Quijote”. A pesar del titulo, el traductor sueco no se amedrentó, y apoyado sobre de las eruditas notes de Clemencín lo hizo.
2.
J.M. Stierrnstolpe. Traducción de 1818
3.
Don Quijote en Suecia. Gustaf Fredén.
Ed. Insula, Madrid 1965
4.
Einstein 1905: un año milagroso. Prólogo de R. Penrose y J. Stachel. Ed.
Crítica,
Barcelona 2001



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